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Noviembre de 2018... mi primer viaje a Marruecos!

Por motivos de trabajo, realicé mi primer (y espero que no sea el último) viaje a Marruecos, concretamente a su capital Rabat. 

El aeropuerto de Rabat no es grande y tiene poco tráfico aereo. De hecho, solamente Ryanair o Royal Air Maroc vuelan a ese aeropuerto. Posiblemente la cercanía a Casablanca perjudique al aeródromo capitalino. El vuelo con Ryanair sale de la T2 y dura poco más de una hora. El desembarque es largo y tedioso por la infinidad de controles que hay que pasar en poco menos de 150 metros.

La primera impresión nada más aterrizar en Rabat es la de que nos encontramos en una capital moderna y dinámica, lo cual es bastante cierto. Se nota el afrancesamiento institucional por todas partes (y aquí abundan los edificios públicos). Modernas carreteras y un sin fin de calles y avenidas levantadas para preparar la llegada de la Alta Velocidad ferroviaria y otras infraestructuras. De cualquier forma, lo primero que sorprende al visitante novato son las vacas (Y otros hervíboros) que placidamente pastan en la mediana de la autopista que conecta el Aeropuerto con la capital. Las glotietas son un auténtico "sálvese quién pueda" o "tonto el último que se meta". No hay reglas apenas para la conducción (o eso parece) y mucho menos para los peatones, que cruzan por donde mejor les viene sin mostrar demasiado apego a su vida. Por la noche no es nada extraño cruzar bicicletas y otros artilugios de dos ruedas más remolque, sin ninguna luz que nos avise de su presencia.

En Rabat hay tres zonas bastante bien diferenciadas:La zona de los barrios pudientes, hacia el este, llena de colegios franceses, delegaciones institucionales, embajadas y centros comerciales más o menos europeizados. El centro es el Rabat más auténtico, el de los mercados (la Medina), las calles a medio hacer, el caos urbanístico...;Finalmente, la zona costera es la más preparada para el turismo, llena de restaurantes, chiringuitos varios y urbanizaciones.


El primer día dediqué parte de la tarde a callejear por el centro de Rabat. Recorres sus principales avenidas y monumentos. La ciudad entera está dedicada a Mohamed V y a Hassan y, aunque no es excesivamente turística, merece la pena visitar el Mausoleo de Mohamed V y la Torre de Hassan. A poca distancia se encuentra la Necrópolis de Chellah, que tiene unos jardines muy interesantes. Para compras de artículos tìpicos, la mejor calle es la Calle Souika, en la Medina. Cosmeticos, aceites de argán, dulces,etc... ; la zona de compras en la que encontrar todas las grandes cadenas de moda y joyerías se despliega en la Av. de las Naciones Unidas y aledaños.

Merece la pena la visita al Mausoleo de Mohamed V y a la torre de Hassan al atardecer. Si hay suerte, la puesta de sol es espectacular y los cánticos y rezos de la mezquita resuenan por toda la explanada dando una mágia especial al momento.



La noche en Rabat, a pesar de lo que pueda parecer, está bastante animada, sobre todo en los distritos cercanos a la playa. No es dificil encontrar locales regentados por españoles, donde hay buena comida y bebida. Vinos españoles combiandos con productos locales. Recomiendo no beber agua que no sea embotellada, ya que el sistema de depuración de agua es bastante deficiente. 
Los hoteles son de bastante buena calidad y precios bastante ajustados.
 

 


La mañana del día siguiente la dediqué a la zona de la "Cité Militaire" y la Catedral de San Pedro que, particularmente, me decepcionó un poco. La tarde es un buen momento para acercarse a los barrios costeros y disfrutar del mar en todo su explendor.
Moverse en Rabat es sencillo si lo haces en Taxi (obligatorio pactar el precio de la carrera). La red de autobús es extensa pero funciona bastante mal.



Al tercer día tomé el vuelo de regreso a Madrid, con bastantes menos controles que para entrar....

La impresión general de Rabat fue de un desconcierto absoluto, pero no desagradable. Hay que entender el país y sus gentes, su forma de ser y de entender la vida. Volveré sin duda.

 





 





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