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El verano del 2012 y después de tres larguíiiiiiiisimos años sin verano en el extranjero, pusimos rumbo al norte de Italia, con "escapadas" programadas a Eslovenia y a Croacia.


Volamos desde Madrid con Ryanair al aeropuerto de Bologna. Dejamos la visita a esta ciudad para nuestro regreso. En el aeropuerto de Bologna alquilamos un coche para movernos por el noreste de Italia, Eslovenia y Croacia. Es muy importante ver los países para los que la "carta verde" del coche es válida, pues algunas compañías no contemplan a Croacia (HR es su abreviatura en la carta verde) y si circulas por ese país y tienes un percance, el seguro no se hará cargo. También es recomendable viajar con un navegador GPS o alquilar en coche con él, para ahorrar tiempo y no perderse constantemente por las calles de las ciudades que se visitan.

Desde Bologna nos dirijimos a Venezia, donde teníamos el "cuartel general" para nuestra visita a Italia. Reservamos una habitación familiar en el Novotel Mestre, a las afueras de Venezia, con una piscina que nos ayudó a refrescarnos del sofocante calor de julio y que cuando viajas con niños, es de lo más recomendable. Aemás, el hotel estaba muy bien comunicado con la circunvalación de Venezia, desde donde  se sale directamente para Trieste, Treviso, Padova, Verona, Eslovenia, etc... En las proximidades se encuentra un parque comercial donde hay restaurantes, cines, etc...; La proximidad de la ciudad de Mestre hace cómodo el tema de las comidas / cenas, por la infinidad de pizzerias y restaurantes que se encuentran.

Nuestro primer día lo consumimos entre el viaje a Madrid, el vuelo y el traslado de Bologna a Venezia. Aún así, llegamos a tiempo para darnos un relajante y refrescante baño en la piscina del hotel. 

El primer día lo dedicamos integramente a recorrer Venezia. Al viajar con niños hay que buscar "alternativas" interesantes a las visitas meramente culturales. Los niños aguantan la visita a una iglesia, a un museo, etc.. pero hay que darles comba de vez en cuando... y qué mejor que empezar la visita con un recorrido en Vaporetto por el Gran Canal???. El billete no es barato (sobre 7 €uros) pero merece la pena solo por las vistas de Venezia y por lo que se entretienen los pequeños. Te dejan muy cerca de la Plaza de San Marcos, desde donde empieza la batalla por hacerse fotos, ver el puente de los suspiros, etc... Hay infinidad de gondoleros que parten de ese punto y también hay muchos puestos de souvenirs, etc... Como punto "negativo" mencionar la poca accesibilidad de las calles venezianas... si llevas silla de niño, te pasas el día cargando con ella, ya que la inmensa mayoría de los cientos de puentes que hay en Venezia son en escalera y no tienen rampas.
Por supuesto, logramos la foto de rigor en el Puente de los suspiros, la de la Plaza San Marcos, el Campanille, etc... lo realmente interesante de Venezia reside en salir del circuito que siguen todos los turistas, aunque resulte inevitable hacerlo en muchos momentos. Nosotros descubrimos plazoletas y rincones preciosos por casualidad, por escapar de la marea de gente que invade cada rincón de la ciudad y en especial la Plaza de San Marcos o la zona de Rialto, cuyo puente está siempre lleno de gente y  cruzarlo se convierte en una aventura (y más con una silla de niño...). Aprovechamos el "desvio" para visitar la plaza de la Iglesia de San Giacomo de Rialto, en cuya plaza encontramos un restaurante acogedor donde comer.

Por la tarde, seguimos callejeando por Venezia, descubriendo las estrechas calles y callejones de la ciudad hasta que andando por el margen del canal,  llegamos hasta la zona moderna de la misma (la zona de la estación de buses y ferrocarril) , conocida como el Piazzale di Roma. Desde allí tomamos un tren lanzadera (otra atracción para los crios...) que nos dejó en la zona portuaria, en cuyo parking habíamos aparcado nuestro coche. Después de un día intenso (14 horas sin parar de caminar, visitar, subir escaleras, bajarlas...) llegamos a nuestro hotel a tiempo de darnos un bañito reponedor.



 


El tercer día de nuestra estancia en Italia lo dedicamos a visitar las ciudades de Padova y Verona.

Partimos temprano desde Venezia a Verona, la "ciudad del amor" del norte de Italia (por que aquí hay ciudades del amor por todas las esquinas...). Conocida por su anfiteatro romano, por ser la tierra de Giussepe Verdi y por ser la ciudad escenario del romance más famoso de la historia ideado por Shakespeare: Romeo y Julieta. Al igual que ocurre en Venezia, el verdadero encanto de Verona reside en callejear por sus calles y plazas, muchas de ellas peatonales o semi peatonales. La casa de Julieta te la encontrarás de "camino" al centro de la ciudad. No tiene pérdida... en el patio verás miles de candados al más puro estilo " a tres metros sobre el cielo" y una estatuta de bronce de Julieta, a la que hay que sobarle las tetas para que te de buena suerte... ¡Las tiene relucientes!.


 
Siguiendo por la Via Anfiteatro, llegamos a la joya de Verona. Un anfiteatro perfectamente conservado, con una programación de actuaciones envidiable. 

El resto de la jornada lo ocupamos en recorrer parte de la rivera del río Adige, que rodea la ciudad y en callejear por las calles y plazas del centro de Verona. Por la tarde, una vez que el sol hubo bajado un poco, pusimos rumbo a la menos turística pero igualmente coqueta Padova.



Situada en la misma A4, la autopista que une Venezia con Milán, se encuentra la tranquila ciudad de Padua. No es tan turística como su vecina Verona, pero callejeando por su centro histórico se pueden descubrir rincones realmente llamativos. 



Si por algo es conocida esta ciudad es por la Basílica de San Antonio de Padua, ubicada en la Plaza del Santo. El edificio es sencillamente grandioso. Nada hace pensar que en la plaza nos vayamos a encontrar un edificio de estas características, con sus mil agujas apuntando al cielo y sus cobrizas cúpulas bizantinas.

Pero Padua no es solo la Basílica de San Antonio. Si callejeas un poco, llegarás a la Piazza del Duomo donde destaca el baptistério, donde se guarda la mayor colección de frescos medievales de toda Italia. 

Todo el centro de la ciudad es un monumento y pasear por sus calles es una delicia. Padua es un importante centro universitario del norte italiano y se nota en sus calles. A lo largo de la avenida VIII de Febrero se encuentran edificios históricos, sede de algunas de las facultades con más arraigo en la ciudad. Por supuesto, no faltan las tiendas de grandes marcas, las gelaterias, y todas las franquicias del mundo.



El cuarto día lo dedicamos a escapar a la vecina Eslovenia, y el quinto pusimos rumbo a la península de Istria, en la vecina Croacia. Ambas escapadas están relatadas aparte.

El sexto día de nuestro viaje, volvimos a Italia y pusimos rumbo a la zona central del Véneto italiano. Venezia es sin duda la ciudad más conocida y atractiva, pero la vecina Treviso atesora un centro monumental que nada tiene que envidiar a sus ciudades vecinas. 

Treviso es una ciudad pequeña, de unos 80.000 habitantes, a medio camino entre la costa adriática y los Alpes. Alberga un discreto casco viejo, abrigado por una muralla, donde destaca la iglesia del Duomo. En el corazón de la ciudad se encuentra la Piazza dei Signori. Un par de edificios de la misma destacan sobre el resto: la Torre Cívica y el Palacio dei Trecento. Merece la pena pagar los 7 €uros que te puede costar una coca cola en una terraza de la zona solo por disfrutar de la paz y la tranquilidad de esta plaza. 
El Véneto es la zona en la que tiene su sede la empresa de moda Benetton, conocida en todo el mundo. Junto a la Plaza de los señores se ubica una de sus tiendas más representativas. 
El resto del recorrido por Treviso nos llevó a bordear el canal de Buranelli, donde podemos ver un precioso molino de agua medieval. 
 


La zona centro está plagada de pequeños restaurantes y cafeterías. Comer no es barato en esta zona, pero sí se pueden encontrar sitios asequibles saliendo de las rutas turísticas del centro de la ciudad.

... Y llegamos a nuestro último día en Italia. Pusimos rumbo a la ciudad en la que aterrizamos y desde la que íbamos a despegar, muy conocida ultimamente en los mentideros universitarios por su plan. Obviamente hablo de Bologna.

De Bologna nos llevamos una impresión agridulce: la ciudad alberga, como casi todas las ciudades italianas, infinidad de restos de su glorioso pasado. Por sus calles se encuentran edificaciones de todos los estilos y épocas y su centro histórico, en su mayor parte peatonal, invita al relax y al descanso a la sombra de alguna de las múltiples terrazas que salpican sus porticadas avenidas. El punto negativo lo pusieron las dos multas de tráfico que nos impusieron por circular por zonas supuestamente restringidas algunos días de la semana, sin que encontráramos aviso alguno al respecto.



 





Es dificil destacar en pocas líneas lo más interesante de Bologna. Como no teníamos mucho tiempo y el calor apretaba, decidimos aparcar cerca del centro histórico e ir andando. Por supuesto, las dos construcciones que más destacan son las dos torres, conocidas como Garisenda y Asinelli, convertidas en el símbolo de la ciudad y ligeramente inclinadas. De camino nos "tropezamos" con la Catedral de San Pedro, ubicada en plena Plaza Mayor de la ciudad. Un poco más adelante llegamos a la Fuente de Neptuno y al memorial de los caidos durante la 2ª Guerra Mundial, ambas en los aledaños de la Piazza Maggiore. La plaza destaca por su amplitud y la sobriedad de sus edificios; Es el lugar de celebración del Festival de Cine de Bologna, que se celebra en verano y al aire libre.

A media tarde, pusimos rumbo al aeropuerto de Bologna donde nos esperaba nuestro avión con destino Madrid.

 











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